La neurociencia ha demostrado, en las últimas décadas, que la bondad tiene efectos muy beneficiosos para las personas que la practican: se sienten menos estresadas y más satisfechas, son más optimistas y su resiliencia mejora.
Los niños son buenos por naturaleza; a pesar de esto, la bondad se tiene que cultivar y enseñar a nuestros hijos desde una edad muy temprana, ya que la educación es la responsable de activar las fuerzas internas innatas, que permitirán que perdure.
Koncha Pinós nos invita a fomentar la bondad en nuestros hijos, emprendiendo un recorrido histórico desde la perspectiva de la ética, y mostrándonos las herramientas neuropedagógicas y prácticas para una parentalidad bondadosa, además de plantear cuestiones educativas tales como las competencias y las capacidades parentales en el desarrollo cognitivo del niño.
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