A veces pensamos que es necesario primero conocer a alguien (o a algo) para llegar a apreciarlo justamente, o incluso amarlo. Fragmentos de nuestro saber popular que dicen cosas como «no se juzga un libro por la portada», o «las apariencias engañan», nos llevan a pensar que es necesario profundizar en el estudio y conocimiento antes de juzgar.

San Agustín de Hipona pensaba que sí. De hecho, aunque la razón puede ayudar, pensar que es la vía definitiva para acceder al verdadero conocimiento es pecar de soberbia. Él decía que los seres humanos en su ansia de conocimiento viven fuera de sí mismos, buscando fuera lo que llevan dentro. En uno de sus comentarios a la Biblia escribe: “Los hombres que desean lo que está fuera de ellos viven un exilio respecto de sí”.

Piensa, inspirado por Platón, que el verdadero conocimiento no se alcanza con las cosas sensibles de este mundo. Pero, a diferencia de él, San Agustín considera que el verdadero mundo no es accesible a través del método dialéctico y la razón, sino a través de la meditación de uno mismo. El amor está en uno mismo.

Pensar como San Agustín

Escuchar a tu corazón, una frase típica que suele querer decir «dejarse llevar por las emociones» no tiene mucho que ver con el pensamiento agustiniano. Cada filósofo suele generar un método, que algunos siguen y replican generando una escuela. El método de San Agustín es sencillo. Consiste en encontrar el principio de la verdad dentro de uno mismo, lo demás viene después. La garantía de que esa intuición es fecunda está para Agustín en su fe en Dios; además, es posible basarla también en la existencia de un sentimiento interior como hacía Sócrates, o mucho después Rousseau. Se puede realizar con un grupo de jóvenes, en clase, o en cualquier otra agrupación que tenga un compromiso semanal de reunirse y observar su propio progreso.

  • Meditación interior

San Agustín expresa la búsqueda interior en su vida y obra a través de su empeño por seguir unas reglas para la vida, y así, meditar para rechazar todos los deseos mutables o cambiantes como ser humano y alcanzar su propia esencia (que es para Agustín expresión de la voluntad de Dios). Él escribió: “¡No vayas afuera, entra dentro de ti mismo, en el interior del ser humano habita la verdad! ¡Y si encuentras tu naturaleza mutable, transciéndete a ti mismo!”.

  • Compromiso con los demás y solicitud de ayuda

La disposición para el compromiso, la demostró asumiendo por completo los encargos que le llegaron de la Iglesia, pues estos le ofrecen oportunidades para encontrarse a sí mismo al solicitar la ayuda de Dios. El historiador Javier Alvarado encuentra que San Agustín “insiste en varias ocasiones en que solo fue capaz de encontrarse a sí mismo cuando Dios le prestó ayuda en la empresa”.

  • Escritura de sí mismo

Hay una rutina que San Agustín mantiene en cualquier circunstancia, le escritura de sí mismo y las cartas a la comunidad. Michel Foucault hace referencia al método que emplea el santo para la introspección filosófica: “Se desarrolla una relación entre la escritura y la vigilancia. Así se prestaba atención a los matices de la vida, al estado de ánimo, a la lectura y la experiencia de sí se intensificaba y ampliaba en virtud del acto de escribir”.

Una propuesta para tu comunidad de estudiantes

¡Haz la prueba! Propón para ti y tus estudiantes seguir el método de meditación de San Agustín para ir al fondo de uno mismo. Aquí van las claves para tus estudiantes, pero sirven también para ti, para mí y para todo hijo de vecino.

  1. Repasa mentalmente tus acciones desde la mañana hasta llegar al momento presente. Todo es importante. Puedes seguir un horario, buscar los detalles en cada momento. Propóntelo como una «carrera de fondo», no se trata de ser exhaustivo sino de crearse el hábito, al principio costará, pero día tras día irá siendo más fluido. Solo 10 minutos al día, antes de acostarse.
  2. Si te animas a hacerlo por escrito tendrá más efecto. Y si te sientes motivado compartiendo lo que escribes, eso te llevará más cerca de la idea de Agustín. Para él la comunidad era muy importante, y tú también puedes.
  3. Una cosa falta: la predisposición a ayudar. Se trata de dirigir la atención a quien pueda necesitar de ayuda. Se puede empezar por marcarse un día en especial, o una parte del día. Aunque de manera natural nos salga ayudar, durante el tiempo de predisposición será algo que ocupe nuestra atención con fuerza.

Pruébalo una semana… y luego otra… ¡verás los resultados!

Puedes sugerir a tus estudiantes que tengan su propio diario para realizar esta actividad, dedica un día al mes para que compartan los resultados.

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