6 claves para afrontar los dilemas de la inteligencia artificial
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Recuerda que la IA no es inteligencia humana. Detrás de la IA hay programas y algoritmos que facilitan tareas al ser humano. Pero, por mucho que esta supuesta “inteligencia” intente “emular” la mente humana, no puede sentir ni tener empatía. Asegúrate de que los menores de edad lo entienden así para no caer en el engaño de creer que estos programas les comprenden o les pueden ayudar a resolver problemas serios.
Valora el factor humano. La IA ya asiste al ser humano y en poco tiempo lo sustituirá en muchas tareas. Sin embargo, esto da una nueva relevancia al ser humano ya que los datos y la información que extraen estos programas son necesarios, pero no suficientes. A medida que se invierta más en IA será más urgente que personas bien preparadas custodien todo aquello que nos hace realmente humanos.
Evita que la IA te robe inteligencia. El mal uso de la lnteligencia Artificial lleva a perder capacidad crítica y de razonamiento. Un ejemplo es ChatGPT, una herramienta muy útil, pero perjudicial en la etapa escolar, pues impide que los alumnos lean, sinteticen o desarrollen la capacidad de relacionar ideas. La inteligencia, la creatividad y la capacidad de autogobierno se cultivan ejercitando la memoria y estructurando el pensamiento. Si esto no se hace, el ser humano malogra su inteligencia.
Desmitifica la inteligencia artificial. Son evidentes los beneficios que esta tecnología ha traído en muchos campos, como por ejemplo el del diagnóstico médico, pero hay que cuidarse de pasar por bueno lo que en realidad puede ser una instrumentalización perversa de esta tecnología. Si se mitifica la IA, se corre el riesgo de caer en la “deshumanización”. Hay que discernir sus peligros.
Custodia bien tus datos. “La información es poder”, dice el conocido dicho atribuido a Thomas Hobbes. Los sistemas de IA se alimentan de datos y las personas son la fuente de esta información. No seas presa fácil de quienes quieren saber todo de ti, pues existe el peligro de pasar de tener un valor a tener un precio al igual que un objeto. La IA permite un conocimiento preciso de las personas y abre la puerta a un mal uso de nuestros datos o a que se empleen para el control social.
Baja el ritmo. Observar los pequeños gestos humanos (una sonrisa, un abrazo), o percatarse de la belleza de un paisaje durante un paseo en la naturaleza cuesta cada vez más debido a la hiperconexión tecnológica. Tomar cierta distancia de la tecnología, poner a la persona en el centro, y aplicar un humanismo cristiano que defiende la dignidad del hombre sirve de contrapunto a la velocidad vertiginosa que nos quiere imponer el desarrollo sin freno de la IA.