1. Modelos familiares. Si hay algo que comparte todo el mundo es la familia, de ahí que la vida doméstica esté tan presente en tantas producciones. En las últimas décadas las series han ido mostrando modelos diferentes al -así llamado- tradicional. Este cambio gusta a unos padres y disgusta a otros, y las dos actitudes son legítimas. Y de acuerdo con las ideas de cada cual, resulta obligado estar pendientes del modelo con que nuestros hijos se ‘familiarizan’.
  2. Diversidad. Unos se quejan cuando una serie no refleja la diversidad en determinado aspecto, mientras otros creen muchas series la reflejan de manera desproporcionada. Los segundos aciertan en temas como la identidad sexual, cuyo tratamiento parece ser el favorito de muchos guionistas de series adolescentes. Sea cual fuere el enfoque elegido, puede servir para compartir las dudas con los hijos… pero siempre que la trama sea contada con honestidad y, por supuesto, con un mínimo de talento.
  3. Despertar inquietudes. En la amplísima oferta actual de ficciones audiovisuales hay muchas historias que tratan personajes y hechos reales. Con frecuencia adultos y jóvenes sienten con frecuencia el deseo de saber más sobre ellos, de conocer la realidad desprovista del adorno cinematográfico. Es una costumbre muy sana y que puede y debe compartirse con los hijos porque logra, entre otras buenas cosas, mantener la ficción en el lugar que le corresponde.
  4. ¿Ficciones? Quien no ha pensado tras ver ‘Solo ante el peligro’ que esta historia puede trasladarse a la realidad más cercana, a nuestro día a día, se ha perdido lo más interesante de la película. En las series juveniles sus guionistas declaran buscar precisamente eso, pero desgraciadamente se fijan más en los comportamientos extremos y en las situaciones más excepcionales. Fuera de esto, los padres pueden encontrar en muchísimas series motivos para hacer ver a los hijos las verdades y mentiras que esconden tantas situaciones ficticias.
  5. Adicción. Con la televisión generalista y solo dos canales ya existieron casos de adicción patológica a la pantalla; así que ahora con mucho más motivo. Pero se abusa del término ‘serie-adicto’; de hecho un 60% de los españoles se declaran como tales. No, el nivel patológico es bastante más grave porque afecta a la familia, al sueño, al trabajo y al bolsillo. Y la mayoría de los falsos ‘adictos’ ya hace tiempo que tomaron nota, en algún momento, de las nefastas consecuencias de abusar de la ficción audiovisual.
  6. Provocación. La enorme competencia está obligando a los productores a pensar argumentos y personajes cada vez más originales y heterodoxos, situaciones insólitas, relaciones humanas extremas o simplemente irreales… Lo importante es llamar la atención, convertirse en tema de debate viral y alimentar la expectación por el estreno en la plataforma correspondiente.
  7. Impaciencia, ansiedad… ¿No has visto la nueva serie sobre zombis del espacio? ¿Y la que ha hecho Scorsese sobre el Libro del Apocalipsis? Y apunta en la agenda que la séptima temporada de Camionero se estrena el 30 de octubre de 2023… Sí, hay un exceso de expectativas, y eso nunca acaba bien. Disfruta y enseña a los jóvenes a disfrutar con serenidad, a dedicar a la ficción una parte pequeñita, proporcionada del corazón y de la cabeza.
  8. Herramienta pedagógica. No resulta fácil sacar partido a un culebrón turco, pero hay muchas otras series que pueden hacer pensar a los jóvenes si les proporcionamos el contexto adecuado. En la escuela, por ejemplo, en forma de debate o de taller. Está muy bien proyectarles películas clásicas, pero aún mejor es enfrentarles a las historias que están consumiendo esas mismas semanas. Con este formato participativo y, sobre todo, bien moderado, hasta las series más dudosas pueden ser útiles.
  9. Dibujos animados. Los padres más mayores tienen excusa: en su niñez los dibujos animados eran solo para niños. Los más jóvenes, no. La -ahora llamada- animación se dirige a públicos diferenciados pero, aquí está el peligro, no siempre son obvias las diferencias ni tampoco a los productores les interesa hacer distinciones. Incluso cuando explícitamente se afirma que su público es infantil una serie animada puede ser muy desaconsejable.
  10. Valores infantiles. ‘Yo no dejo ver películas de Disney a mis hijos porque acaban creyendo que la vida, como las historias de esas pelis, siempre acaba bien’. Los valores de las películas y series de animación pueden y deben estar en discusión, especialmente en el ámbito familiar. Sin llegar al extremo de la cita anterior, lo cierto es que los contenidos infantiles a veces sobrepasan los valores socialmente más compartidos y entran en terrenos muy discutibles.
  11. Siempre positivos… Las nuevas generaciones no están en condiciones de entender hasta qué punto el fácil acceso a tanta y tan variada ficción audiovisual es un auténtico privilegio, una bendición para el ocio contemporáneo. En lugar de quejarnos por el éxito de algunas producciones, celebremos que hay innumerables series y películas capaces de entretener e instruir a nuestros hijos.
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